7.5.07

Como un solo hombre

Los cambios de la historia los hacen los hombres, la masa ahistórica que sobrevive indemne a las matanzas y despierta como colectivo en un momento en el que adquiere la conciencia de ser “nación” para impulsar sin orden ni concierto los cambios radicales. Estos cambios son los que necesariamente terminan orientando o arrojando a la sociedad –las relaciones de propiedad, el poder de los clérigos y gobernantes– en un nuevo cauce de su historia. El sostenimiento del impulso transformador determina la profundidad de la huella del cambio. Puede tambalear el poder una tarde y la masa aplacarse con el producto de los saqueos para ser masacrada en la mañana siguiente, o puede instalarse en el poder una burocracia que se perpetué por años como la soviética o la cubana y termine finalmente el pueblo renegando de sus antepasados que procuraron ese cambio liberador que resultó opresor en el largo plazo.

“Como un solo hombre”, es lo que me quedó del resonar del discurso de Hitler oído por los parisinos en todos los altavoces en la noche descrita por J. P. Sartre en “La prórroga”. Los alemanes se plegaron a él y como un solo hombre sometieron y arrasaron a Europa y pagaron su precio. "Como un solo hombre" los iraníes siguieron a Jomeni y se enterraron en el pasado con su religión y su Dios y borraron a Occidente de su cultura en un día.

El proceso político colombiano vivió un cambio de este tipo en la última elección presidencial de 2002. Un candidato sin partido, deslindado del poder central, y poco conocido; sobrevivió, se impuso y derrotó en la primera vuelta de la elección a lo que era y representaba la política tradicional, el terrorismo tradicional y el narcotráfico. Y lo más difícil para el candidato Uribe fue el tener que remontar los aparatos de propaganda de la izquierda –ONG– que lo encasillaron como “paramilitar”, lo que fue acogido sin examen por la prensa liberal del exterior y reproducido con alegría por sus contradictores. El mensaje del candidato era sencillo: imponer la autoridad del Estado que estaba siendo desmantelado por la connivencia entre las clases política, subversiva y narcotraficante; alianza que estaba asfixiando al ciudadano común con impuestos, vacunas, extorsiones y secuestros donde nunca estaba segura su vida, su libertad ni sus bienes.

El gobernante electo cumplió en este punto. Las carreteras volvieron a ser transitables; los marcos de las plazas municipales de cerca de 200 municipios se vieron liberados de la presencia tiranuelos disfrazados de camuflado que ejercían un poder sin ley y sin Dios; los alcaldes y concejales que ejercían por telecomando desde las ciudades capitales volvieron a sonreír y a vivir en sus pueblos, olvidando con el paso del tiempo la paranoia que implicaba considerarse "objetivo militar" por una organización ilegal de grandes tentáculos y sanguinaria en su esencia (así la masacre de los concejales de Puerto Rico nos recuerde su poder exterminador y que este punto no ha sido superado). Se puede decir que en el campo militar hubo un reverdecer de la autoridad y los “analistas” de la realidad de la izquierda han tendido que recurrir a terminologías inexistentes en la teoría de la guerra de guerrillas para justificar la súbita inactividad de los paladines justicieros que hasta el 7 de agosto de 2002 se campeaban por todo el territorio nacional y tenían sus pautas y cuotas diarias de pantalla en los informativos de los medios de comunicación que cubrían sus actos de guerra y divulgaban sus amenazas confiscatorias. Toda la cobardía y estupidez de los subversivos quedó justificada, para estos analistas, bajo la palabreja de “repliegue estratégico” y con ese argumento se levanta un muro ante el cual no se puede razonar.

Un aire de efectuar reformas constitucionales profundas se apoderó del legislativo para dar instrumentos jurídicos al nuevo mandatario. La energía del nuevo gobierno en el campo legislativo se usó en empresas estériles o mal planeadas. El Referendo fue el primero de ellos que se acometió sin previamente haberse asegurado las amarras del Consejo Nacional Electoral y fracasó estruendosamente. El llamado Estatuto antiterrorista que mereció vivos debates sobre los derechos civiles se derrumbó jurídicamente sin que ello hubiera significado el desbarajuste previsto de la sociedad que pretendía apuntalar y defender con mecanismos especiales contra los terroristas, ambos, la sociedad y los terroristas sobrevivieron y la balanza actual se inclina más a favor de la sociedad. La Reforma política, en tercer lugar, que pretendió eliminar la proliferación de partidos y racionalizar la forma de hacer política, terminó abriendo un boquete para que aparecieran con reconocimiento y personería quince o veinte nuevos partidos, pequeños partidos sin militancia ni contenido alguno pero con licencia para beber de las arcas del Estado. Las reformas fundamentales pretendidas: ley de bancadas, listas únicas, el estatuto de la oposición y el código electoral durmieron durante años en los anaqueles de las direcciones de los partidos y partiditos y ahora se tramitan apresuradamente. La reelección presidencial impuesta contra viento y marea a la clase política y a los columnistas de los medios; pero, nuevamente, sin haber amarrado previamente a la Corte Constitucional que como juez final está demostrando su verdadera capacidad tiránica y su vocación demagógica; es el cuarto frente del desgaste de la acción legislativa del gobierno y ahora toda la actividad política depende de la bondad de estos engreidos magistrados. La ley de Justicia y paz, con la que se procuraba garantizar la desmovilización de los grupos paramilitares es el punto final del derroche de las oportunidades legislativas de este gobierno y que hasta el momento, luego de tres años, se encuentra explorando definiciones, afinando esguinces y calibrando penas, como si estuviera en su primer día de gobierno; cierra este abanico de fracasos.

En el campo político el presidente inició una reforma profunda en el ejercicio del poder reduciendo la injerencia de los políticos en la escogencia de la nómina de los directivos del Estado; pero con los compromisos de las reformas vendió la independencia nominadora por el respaldo político, al final fue absorbido por las mañas y “los mañosos” y cayó en los chanchullos tradicionales de lo que quedó como una bandera de campaña doblada en la lucha contra la "politiquería".

Ya es tiempo de recoger los frutos, culmina el tercer año y todo lo que pareció grande ahora se ve pequeño a contraluz. El gobierno de Uribe Vélez fenece y “las ratas” fieles a su instinto abandonan el barco; pero también “los lobos” desterrados del poder sienten el crujir de sus intestinos luego de tres años de sequía. Se preparan para que esto –que un candidato marginal los destrone– no vuelva a suceder y como un solo hombre están alineándose alrededor del procurador vallenato que garantiza un gobierno hegemónico, con lealtades y compadrazgos en todas las ramas del poder, un estado unitario en torno a una sola voluntad y probablemente con miras de dirección del país a muy, muy largo plazo.

En el campo del presidente y los políticos que lo han respaldado en su intento de lograr la relección solo veo confusión y contradicciones; una pléyade de mariscales han desertado y otra no menos numerosa sigue ciega a la realidad al insistir ellos en querer ser las cabezas visibles de un partido que no existe; sin entender de que ellos mismos son meros instrumentos y que su vida como políticos está ligada al momento que viva Uribe Vélez; ciertamente aquí no hay seguidores “como un solo hombre” lo que es fundamental para lograr encausar a la masa sin historia en un nuevo esfuerzo por erradicar alguno de los muchos males que nos hacen caminar doblegados y para que lo hecho no se desmorone en el primer día del nuevo gobierno.

Resuenan en los oídos de la memoria las palabras de aquel discurso reproducido por Sartre, en donde comprendí la importancia de la voluntad colectiva “como un solo hombre” y encuentro que el norte del propósito único, del mando único, del objetivo único está diluido y lo peor para Colombia, que mirando las ofertas y alternativas podemos estar seguros o de que el populismo nos arrastre a la corriente “bolivariana” que se extiende por Latinoamérica y que noches de lamento se vislumbren cuando seamos sometidos por voceros de las ideologías foráneas, obsoletas, fundamentadas en el poder que dan las redes de los chivatos y los matones que nos confinarán al silencio. O de que se entronice en el poder la corriente “vallenata” y se anticipe en cuatro años a lo que, para mí, es la amenaza mas inminente de otra noche oscura de la corrupción que se aviene y ambas opciones si no hay esa voluntad del solo hombre, terminaremos lamentándonos por tener que “pagar por la leña que era nuestra”.

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Dijo Hitler en su discurso del lunes 26 de septiembre de 1939.

"Hoy, yo camino delante de mi pueblo como su primer soldado; y detrás de mí, que lo sepa bien el mundo, camina ahora un pueblo, un pueblo que es distinto al de 1918. En esta hora, todo el pueblo alemán se unirá a mí. Sentirá mi voluntad co­mo su voluntad, lo mismo que yo considero su porvenir y su destino como el motor de mis actos. Y nosotros queremos re­forzar esta voluntad común, tal como la teníamos en el tiempo del combate, en la época en que yo marché como simple solda­do desconocido para conquistar un Reich, sin dudar jamás del éxito y de la victoria definitiva. A mi alrededor se ha estre­chado una tropa de hombres valientes y de mujeres valientes, que han caminado conmigo. Y ahora, pueblo alemán, pueblo mío, yo te pido lo siguiente: «Camina tras de mí, hombre tras hombre, mujer tras mujer. En esta hora, todos queremos tener una voluntad común. Esta voluntad debe ser más fuerte qué todo abandono y que todo peligro; y si esta voluntad es más fuerte que el abandono y el peligro, acabará con el abandono y con el peligro». ¡Nosotros estamos resueltos!"

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