23.5.07

Volcán Stromboli

Esta fotografía muestra el volcán Stromboli en erupción, lanzando una verdadera cascada de lava incandescente.

Las erupciones estrombolianas se caracterizan por una explosión intermitente de lavas basálticas en forma de fuente, saliendo de un único cráter. Cada episodio es causado por la acumulación de gases volcánicos y ocurren de forma rítmica unas veces e irregular otras. Los fragmentos de lava consisten en bombas volcánicas que son redondeadas cuando se lanzan volando a través del aire.

Stromboli es una isla volcánica situada al sur de Italia, una de las islas Eolias, en el mar Tirreno, al noroeste de Mesina (Sicilia). Tiene una superficie de 13 km2. La isla debe su nombre al volcán activo que la formó y tiene algunos pueblos pequeños muy poco poblados. El cráter del volcán Stromboli se eleva 926 metros sobre el nivel del mar.

Dédalo el Inventor

Dédalo, un personaje de la mitología griega, era conocido por todas partes como un gran escultor, arquitecto e inventor. Desafortunadamente,un día enfureció al rey quien lo encerró, junto con su hijo Icaro, en una torre alta. Siendo un inventor extraordinario, Dédalo ingenió un plan de escape. Pidió velas para que, según él, pudiera seguir leyendo y estudiando. En realidad, él utilizó la cera y las plumas de los pájaros que volaban alrededor de la torre para construir un par de alas.

Observando cuidadosamente a los pájaros, Dédalo colocó plumas grandes sobre las pequeñas para formar una superficie cada vez más grande. Los más grandes fueron ligadas con una cuerda mientras que las más pequeñas con la cera. Le dió al ala una curvatura gradual como la de las alas de los pájaros. Cuando por fín terminó con su obra, Dédalo agitó las alas y, complacido, vio como se elevaba hasta cerca del techo de su celda. ¡Él podía volar! Rápidamente construyó un par de alas más pequeñas para su hijo y los dos hicieron vuelos de práctica en su celda. Antes de escapar, Dédalo le hizo unas advertencias a su hijo: "Mantente a una altura moderada. Si vuelas demasiado bajo, la humedad del mar estropeará tus alas. Si vuelas demasiado alto, el calor del sol las derretirá."

Icaro quedó encantado alegría con el poder del vuelo y se olvidó de las advertencias de su padre. Inclinó sus alas y se elevó como si se dirigiera al cielo. Pronto el sol ardiente ablandó la cera que sujetaba las plumas y estas comenzaron a desprenderse. Al notar que descendía, Icaro agitó sus brazos más y más rápidamente. Dédalo vio horrorizado como Icaro caía y se hundía en el mar. Su padre circundó varias veces sobre el sitio donde su hijo había desaparecido, pero lo único que pudo ver en la superficie del agua fueron unas cuantas plumas.

LOS CUENTOS DE EVA LUNA ISABEL ALLENDE

13: Librodot Cuentos de Eva Luna Isabel Allende 13 la cuna. El jueves despertó alegre, ayudó a su madre a preparar el café para los pensionistas y luego desayunó con ella en la cocina, antes de irse a clases. A la escuela, en cambio, llegó quejándose de fuertes calambres en el estómago y tanto se retorció y pidió permiso para ir al baño, que a media mañana la maestra la autorizó para regresar a su casa. Elena dio un largo rodeo para evitar las calles del barrio y se aproximó a la casa por la pared del fondo, que daba a un barranco. Logró trepar el muro y saltar al patio con menos riesgo del esperado. Había calculado que a esa hora su madre estaba en el mercado, y como era el día del pescado fresco tardaría un buen rato en volver. En la casa sólo se encontraban Juan José Bernal y la señorita Sofía, que llevaba una semana sin ir al trabajo porque tenía un ataque de artritis. Elena escondió los libros y los zapatos bajo unas mantas y se deslizó al interior de la casa. Subió la escalera pegada a la pared, reteniendo la respiración, hasta que oyó la radio tronando en el cuarto de la señorita Sofía y se sintió más tranquila. La puerta de Bernal cedió de inmediato. Adentro estaba oscuro y por un momento no vio nada, porque venía del resplandor de la mañana en la calle, pero conocía la habitación de memoria, había medido el espacio muchas veces, sabía dónde se hallaba cada objeto, en qué lugar preciso el piso crujía y a cuántos pasos de la puerta estaba la cama. De todos modos, esperó que se le acostumbrara la vista a la penumbra y que aparecieran los contornos de los muebles. A los pocos instantes pudo distinguir también al hombre sobre la cama. No estaba boca abajo, como tantas veces lo imaginó, sino de espaldas sobre las sábanas, vestido sólo con un calzoncillo, un brazo extendido y el otro sobre el pecho, un mechón de cabello sobre los ojos. Elena sintió que de pronto todo el miedo y la impaciencia acumulados durante esos días desaparecían por completo, dejándola limpia, con la tranquilidad de quien sabe lo que debe hacer. Le pareció que había vivido ese momento muchas veces; sé dijo que no había nada que temer, se trataba sólo de una ceremonia algo diferente a las anteriores. Lentamente se quitó el uniforme de la escuela, pero no se atrevió a desprenderse también de sus bragas de algodón. Se acercó a la cama. Ya podía ver mejor a Bernal. Se sentó al borde, a poco trecho de la mano del hombre, procurando que su peso no marcara ni un pliegue más en las sábanas, se inclinó lentamente, hasta que su cara quedó a pocos centímetros de él y pudo sentir el calor de su respiración y el olor dulzón de su cuerpo, y con infinita prudencia se tendió a su lado, estirando cada pierna con cuidado para no despertarlo. Esperó, escuchando el silencio, hasta que se decidió a posar su mano sobre el vientre de él en una caricia casi imperceptible. Ese contacto provocó una oleada sofocante en su cuerpo, creyó que el ruido de su corazón retumbaba por toda la casa y despertaría al hombre. Necesitó varios minutos para recuperar el entendimiento y cuando comprobó que no se movía, relajó la tensión y apoyó la mano con todo el peso del brazo’ tan liviano de todos modos, que no alteró el descanso de Bernal. Elena recordó los gestos que había visto a su madre y mientras introducía los dedos bajo el elástico de los calzoncillos buscó la boca del hombre y lo besó como lo había hecho tantas veces frente al espejo. Bernal gimió aún dormido y enlazó a la niña por el talle con un brazo, mientras su otra mano atrapaba la de ella para guiarla y su boca se abría para devolver el beso, musitando el nombre de la amante. Elena lo oyó llamar a su madre, pero en vez de retirarse se apretó más contra él. Bernal la cogió por la cintura y se la subió encima, acomodándola sobre su cuerpo a tiempo que iniciaba los primeros movimientos del amor. Recién entonces, al sentir la fragilidad extrema de ese esqueleto de pájaro sobre su pecho, un chispazo de conciencia cruzó la algodonosa bruma del sueño y el hombre abrió los ojos. Elena sintió que el cuerpo de él se tensaba, se vio cogida por las costillas y rechazada con tal violencia que fue a dar al suelo, pero se puso de pie y volvió donde él para abrazarlo de nuevo. Bernal la golpeó en la cara y saltó de la cama, aterrado quién sabe por qué antiguas prohibiciones y pesadillas. –¡Perversa, niña perversa! –gritó. La puerta se abrió y la señorita Sofía apareció en el umbral. Elena pasó los siete años siguientes en un internado de monjas, tres más en una 13 Librodot