21.5.07

Capa de ozono

Tal como se esperaba, el agujero de ozono cercano al Polo Sur terrestre, volvió a crecer durante 2003. El agujero de este año, ligeramente más grande que Norteamérica, es más grande que el del año pasado, pero más pequeño que el del registro alcanzado el 10 de Septiembre de 2000.

El ozono es importante porque nos protege del daño de la radiación ultravioleta de la luz solar. No obstante, el ozono es vulnerable a los CFCs (Clorofluorocarbonos) y halogenuros, como el tetracloruro de carbono y el cloroformo, liberados en la atmósfera por la actividad humana. Los esfuerzos internacionales para reducir la utilización de estos compuestos químicos dañinos parece estar dando resultados positivos, ya que su abundancia en la atmósfera ha disminuido de manera efectiva.

Sin embargo, el tamaño relativamente grande del agujero de ozono del año 2003, se atribuyó de manera parcial al aire más frío de lo normal en la estratósfera circundante. La imagen del agujero de ozono fue tomada el 11 de Septiembre de 2003 por el satélite orbital Earth Probe.

El Shaman Aadja

Esta historia habla del desarrollo del shaman. Él es el doctor, el sacerdote, el filósofo, el historiador y el poeta. Él es el amo de la naturaleza, capaz de convocar a las fuerzas de la naturaleza para obtener su poder.

Había una vez un joven que al enfermarse terriblemente cayó en un sueño profundo. Un día oyó un aleteo y vio que un cuervo negro lo miraba fijamente. El cuervo lo recogió y voló por una apertura en el cielo hasta el sitio donde el sol y la luna brillaban. Los habitantes de este mundo superior tenían cuerpos humanos con cabeza de cuervos.

El joven fue colocado en un nido donde fue colmado de cuidados. Fue haciéndose más y más pequeño hasta que quedó del tamaño de un dedal. Después de varios años, el joven fue enviado de regreso a la tierra y él perdió toda memoria de su vida anterior.

Volvió a nacer, tuvo nuevos padres, y lo nombraron Aadja. Cuando tenía cinco años, de repente recordó todo lo que había sucedido: cómo él había nacido y vivido en la tierra, cómo había vuelto a nacer entre la gente cuervo y cómo ahora tenía otra vida.

Conforme crecía, Aadja iba descubriendo que tenía grandes poderes curativos. Cuando alguien en la aldea se enfermaba, se ponía en trance y buscaba en el paciente la causa de la enfermedad. Si había necesidad de usar un medicamento, convocaba a su guía espiritual, el cuervo, para que le mostrara donde crecía la hierba apropiada. Si determinaba que la persona había sido despojada de su alma, él volaba como un cuervo al mundo superior e intentaba traerla de regreso.

Con cada nuevo descubrimiento, la humanidad ha ganado entendimiento y poder. Aparecen nuevas historias que ilustran nuestras cambiantes experiencias. Crecemos más confiados en nuestra capacidad de dominar los elementos de la naturaleza.

Podemos contrastar el Shaman Aadja con Sinbad el marino. Aunque Sinbad se encuentra con tremendas criaturas en sus recorridos, a él no lo ayudan los espíritus ni los dioses. Lo que él utiliza es su ingenio y conocimiento. Él es un héroe "moderno."

LOS CUENTOS DE EVA LUNA ISABEL ALLENDE

11: Librodot Cuentos de Eva Luna Isabel Allende 11 la rechazaba con suavidad, separándola para seguir sola. Con los ojos cerrados y la cabeza echada hacia atrás, la mujer ondulaba como una sábana secándose en la brisa. Elena se retiró y poco a poco también los demás volvieron a sus sillas, dejando a la dueña de la pensión sola al centro del patio, perdida en su danza. Desde esa noche Elena vio a Bernal con ojos nuevos. Olvidó que detestaba su brillantina, su escarbadientes y su arrogancia, y cuando lo veía pasar o lo escuchaba hablar recordaba las canciones de aquella fiesta improvisada y volvía a sentir el ardor en la piel y la confusión en el alma, una fiebre que no sabía poner en palabras. Lo observaba de lejos, a hurtadillas, y así fue descubriendo aquello que antes no supo percibir, sus hombros, su cuello ancho y fuerte, la curva sensual de sus labios gruesos, sus dientes perfectos, la elegancia de sus manos, largas y finas. Le entró un deseo insoportable de aproximarse a él para enterrar la cara en su pecho moreno, escuchar la vibración del aire en sus pulmones y el ruido de su corazón, aspirar su olor, un olor que sabía seco y penetrante, como de cuero curtido o de tabaco. Se imaginaba a sí misma jugando con su pelo, palpándole los músculos de la espalda y de las piernas, descubriendo la forma de sus pies, convertida en humo para metérsele por la garganta y ocuparlo entero. Pero si el hombre levantaba la mirada y se encontraba con la suya, Elena corría a ocultarse en el más apartado matorral del patio, temblando. Bernal se había adueñado de todos sus pensamientos, la niña ya no podía soportar la inmovilidad del tiempo lejos de él. En la escuela se movía como en una pesadilla, ciega y sorda a todo salvo las imágenes interiores, donde lo veía sólo a él. ¿Qué estaría haciendo en ese momento? Tal vez dormía boca abajo sobre la cama con las persianas cerradas, su cuarto en penumbra, el aire caliente agitado por las alas del ventilador, un sendero de sudor a lo largo de su columna, la cara hundida en la almohada. Con el primer golpe de la campana de salida corría a la casa, rezando para que él no se hubiera despertado todavía y ella alcanzara a lavarse y ponerse un vestido limpio y sentarse a esperarlo en la cocina, fingiendo hacer sus tareas para que su madre no la abrumara de labores domésticas. Y después, cuando lo escuchaba salir silbando del baño, agonizaba de impaciencia y de miedo, segura de que moriría de gozo si él la tocara o tan sólo le hablara, ansiosa de que eso ocurriera, pero al mismo tiempo lista para desaparecer entre los muebles, porque no podía vivir sin él, pero tampoco podía resistir su ardiente presencia. Con disimulo lo seguía a todas partes, lo servía en cada detalle, adivinaba sus deseos para ofrecerle lo que necesitaba antes de que ‘lo pidiera, pero se movía siempre como una sombra, para no revelar su existencia. En las noches Elena no lograba dormir, porque él no estaba en la casa. Abandonaba su hamaca y salía como un fantasma a vagar por el primer piso, juntando valor para entrar por fin sigilosa al cuarto de Bernal. Cerraba la puerta a su espalda y abría un poco la persiana, para que entrara el reflejo de la calle a alumbrar las ceremonias que había inventado para apoderarse de los pedazos del alma de ese hombre, que se quedaban impregnando sus objetos. En la luna del espejo, negra y brillante como un charco de lodo, se observaba largamente, porque allí se había mirado él y las huellas de las dos imágenes podrían confundirse en un abrazo. Se acercaba al cristal con los ojos muy abiertos, viéndose a sí misma con los ojos de él, besando sus propios labios con un beso frío y duro, que ella imaginaba caliente, como boca de hombre. Sentía la superficie del espejo contra su pecho y se le erizaban las diminutas cerezas de los senos, provocándole un dolor sordo que la recorría hacia abajo y se instalaba en un punto preciso entre sus piernas. Buscaba ese dolor una y otra vez. Del armario sacaba una camisa y las botas de Bernal y se las ponía. Daba unos pasos por el cuarto con mucho cuidado, para no hacer ruido. Así vestida hurgaba en sus cajones, se peinaba con su peine, chupaba su cepillo de dientes, lamía su crema de afeitar acariciaba su ropa sucia. Después, sin saber por qué lo hacía, se quitaba la camisa, las botas y su camisón y se tendía desnuda sobre la cama de Bernal, aspirando con avidez su olor, invocando su calor para envolverse en él. Se tocaba todo el cuerpo, empezando por la forma extraña de su cráneo, los cartílagos translúcidos de las orejas, las cuencas de los ojos, la cavidad de su boca, y así hacia abajo dibujándose los huesos, los pliegues, los ángulos y las curvas de esa totalidad insignificante 11 Librodot