La leyenda que presentamos a continuación proviene de la Grecia antigua y nos advierte que debamos reconocer la diferencia entre utilizar las fuerzas de la naturaleza y querer ser esas fuerzas.
El palacio del Sol estaba siempre brillante y deslumbrante de joyas. Un día, un hombre joven llamado Faetón decidió ir a ver el palacio y, después de un caluroso y largo viaje, se encontró ante Apolo, el dios del Sol. Apolo era padre de Faetón y se puso tan contento de verlo que exclamó, "pideme cualquier cosa y prometo que será tuya."
Phaeton estaba orgulloso ser el hijo de un dios y supo enseguida lo que deseaba. "Padre, dejeme tomar su lugar por un día. Deseo manejar su carroza y tirar del sol a través del cielo, como usted lo hace cada día."
Apolo intentó disuadir al joven. "Ningún mortal puede manejar mi carroza, ni siquiera otros dioses pueden hacerlo. La ruta que tomamos cada mañana para subir desde el mar es muy escarpada y difícil para los caballos, y cuando bajamos por la tarde, apenas puedo controlarlos. Al mediodía, nos encontramos a tal altura que temo mirar abajo. Por favor hijo, aunque te hice una promesa, pideme cualquier cosa menos esto."
Faetón deseaba más que nunca conducir la carroza y obsitadamente insistía. Puesto que era hora de comenzar el viaje diario, Apolo aceptó renuente. Con gran orgullo, Faetón se montó en la carroza y de inmediato se elevó en el cielo, tirando del sol detrás de él.
Los primeros momentos fueron muy divertidos y Faetón exclamó , "¡Vean, soy el Señor del cielo!" Pero de repente se dio cuenta que había perdido el control. La carroza coleteaba violentamente de lado a lado y aceleraba demasiado rápido. Los caballos se dieron cuenta que su guía no tenía la fuerza, confianza ni experiencia necesaria. Se salieron del camino. Faetón soltó las rienda y cayó al suelo de la carroza. Los caballos subieron precipitadamente a la cima del cielo y después se fueron en picada hacia la tierra. El sol incendió tierra.
Los gritos de Faetón despertaron a Zeus, el rey de los dioses. Vio lo que había sucedido y entonces tomó un rayo de entre las nubes y lo lanzó a la carroza. Faetón murió y los caballos cayeron en el mar. Las olas mojaron la tierra y apagaron el fuego. De ahí en adelante nadie más que Apolo conduciría la carroza del Sol a través del cielo.
Esta historia advierte que las fuerzas de la naturaleza no deban ser subestimadas. La historia siguiente, que también proviene de los Griegos antiguos, habla de que debemos obtener los regalos de la naturaleza pero sin olvidarnos de nuestro lugar.
12.5.07
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